En lo que a esa ciencia [teología] respecta,
es muy difícil evitar el camino errado;
se esconde en ella mucho veneno
que apenas se distingue de su medicina[1].
GOETHE, FAUSTO.
El telos —o «fin de comprensión» del seminario sobre el texto viviente del poeta de Weimar— estará en recorrer el camino errado, impulsados por el hálito de una palabra que hinchará nuestras velas: «hartazgo».
Se trata de un recorrido alternante entre el afuera y el adentro, arriba y abajo, lo patente y lo oculto, pues el camino sobre el que Fausto echará luz conduce al templo soterrado de lo sagrado insurgente.
La idea es estar allí donde habrá de desplegarse el fondo sobre el que va a aparecer lo sagrado, para coger puesto en primera fila y ver al dios tal cual es en realidad (Platón, República, II. 379ª. 25-26).
Tal cual lo sagrado es, valiéndonos del metro en el que hemos discurrido durante los pasados cuatro años: el de la tragedia. Eine Tragödie, titula Goethe su obra.
No hemos salido del fulgurante tiovivo del pensamiento felón.
El hartazgo será la emoción que nos lleve a salir del carril en el que nos encaramó el conocimiento desde que primero sus ínfulas alzó en el campo de lo probable, arrasando con la posibilidad, censurando la duda.
¡Hasta aquí podíamos llegar!
Hemos llegado.
Suerte que nos quedan los dos libros del doctor de lo oculto, cima —y sima— desde la cual discernir el fondo sobre el que se librará la última batalla.
[1] «Was diese Wissenschaft betrifft, / Es ist so schwer, den falschen Weg zu meiden,/ Es liegt in ihr so viel verborgnes Gift, /Un von der Arzenei ist’s kaum zu unterscheiden».