El cuerpo es lo que nos conecta con los estímulos del mundo exterior a través de los sentidos y la sensorialidad los cuales serán percibidos de forma individual, conformando un análisis  personalizado de la información, permitiéndonos adaptar nuestra respuesta  motora al entorno. Las sensaciones propioceptivas se presentan como fuente de conocimiento de nuestro cuerpo en relación al espacio y a la propia existencia, señalando su importancia en la organización corporal.  

El tono corporal es lo que nos da sustento para poder relacionarnos con el entorno, poniendo en marcha de forma involuntaria el proceso de modulación del binomio tensión-distensión para adaptarnos a las distintas situaciones de la vida cotidiana. Cuando entramos en relación con el otro, el diálogo tónico se presenta de forma inevitable como elemento mediador de esa relación y especialmente, de su afectividad.

La postura que mantenemos es la imagen corporal propia que mostramos al otro, es como nos presentamos ante los demás. Cada situación requiere hacer ajustes posturales que se adapten lo más posible a las demandas de esa situación. El equilibrio tiene mucho que aportar a esta postura adquirida, proporcionándole la base corporal junto con el tono, donde apoyar las posturas requeridas.

Cada persona tiene un ritmo propio. Cada uno de nosotros somos ritmo desde que nacemos, empezando con los latidos de nuestro corazón hasta el ritmo de vida que llevamos. Todo comportamiento se desarrolla en un tiempo y un espacio determinados y a través de las experiencias sensoriales tempranas, se va conformando la integración progresiva de los datos temporales, espaciales y rítmicos. Dentro de este gran espectro, nos encontramos con que la sucesión temporal que organiza nuestro día a día dentro…