Prometeo cautivo. Liber secundus
En este volumen dedicado al cuerpo de Prometeo (porque Prometeo es, sobre todo, el cuerpo de Prometeo), encadenado a la roca por haber robado el fuego sacro, vamos a amigarnos con un cuerpo del cual somos deudos y deudores: el cuerpo de carne y hueso y órganos y fluidos. Sobre este cuerpo se plantan todos los demás (¡cuantos más, mejor!) y de este cuerpo extraen su imagen. Insisto: sólo tenemos al cuerpo. Nunca estaremos solos mientras tengamos y sintamos tener y llevemos sintiendo el cuerpo que aún tenemos ¡grande e inadvertido milagro! hasta allí a donde sea que estemos, sorteando los riscos abismales de imaginarios lugares. La deuda con este deudo se paga estando donde se está ¡grande y dificilísima hazaña! para poder sentir que se lo tiene todo en el cuerpo, que no hay más, que la presencia de otro cuerpo a su alrededor, o extendido junto al suyo en la cama, sólo existe para su tenedor, siendo absorbido por el propio cuando súbito falta.